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DM | 13·07·21 | 00:24

https://www.diariodemallorca.es/opinion/2021/07/13/check-point-54956936.html

Palabras e imágenes circulan por separado, pero a veces se necesitan. La imagen que aquí muestro, con o sin pie de foto, hubiera alcanzado el objetivo válido de provocar sensaciones: inquietud, amenaza, misterio… pero, ¿qué ocurrió realmente en este caso? Detrás de una imagen enigmática a menudo se esconde una historia. Esta consta de 681 palabras.

Voy a retroceder en el tiempo, a un momento en el que fotógrafos de diferentes países fuimos convocados para ilustrar un libro sobre Irlanda, producido por la editorial Collins de San Francisco. A mi me asignaron la ciudad de Cookstown, que para el Ejercito Británico ubicaba el “check-point” más conflictivo de Irlanda del Norte. El IRA estaba en un momento de tal agresividad que podía llegar a atacar hasta con morteros. Personalmente viví aquellos días bajo una intensa presión. Y no por encontrarme en un punto caliente del conflicto irlandés, no, lo que realmente a mi me quitaba el sueño era que iba a competir por mi espacio en la publicación con algunos legendarios de la fotografía que también iban a participar en el mismo proyecto, gente mítica como Eddie Adams, Elliott Erwitt, Steven McCurry o Peter Turnley, ganadores de premios Pulitzer o World Press, colaboradores regulares de National Geographic, Time Magazine, New York Times, Le Monde, Washington Post…

Durante aquel día presencié varios cambios de guardia. La celeridad y la precisión con la que se hacían indicaba el nivel de alto riesgo en que se estaba. Oficialmente había sido autorizado para merodear por la zona, siempre a menos de cien metros de las alambradas del punto de control. Dejé pasar el tiempo trabajando otros temas y al atardecer regresé al lugar. La luz había caído y el tráfico era más intenso. La atmósfera era perfecta, la plástica de la imagen es siempre importante, es el envoltorio del contenido. Me situé en el lugar estudiado horas antes, levanté la cámara provista de un teleobjetivo de 300 mm y encuadré; hice los ajustes técnicos, afiné el enfoque… y entonces ocurrió lo que no esperaba, uno de aquellos soldados levantó su arma y apuntó hacia mi. Me entró la duda, pero la imagen era demasiado potente para distraerme y disparé una serie de veces, hasta saber que la tenía. Voy a ser sincero, de manera morbosa saboreé el momento tan especial en el que aquel soldado y yo nos estuvimos observando a través de teleobjetivos construidos para muy diferentes fines. Entre ambos se había producido una fugaz conexión telepática.

En el libro A Day in the Life of Ireland esta imagen ocupa una doble página y en su pie de foto el editor norteamericano explica que, durante el posterior proceso de edición, al intentar averiguar la razón de aquella tensa situación, un portavoz del Ejercito Británico les había informado de que no había habido ninguna amenaza por parte de sus hombres, simplemente, fueron sus palabras, “el soldado estuvo usando la mira telescópica de su rifle para controlar de cerca algún objeto extraño, probablemente el fotógrafo”.

 

Así fue la versión oficial británica que recibió la editorial Collins. Yo, el “objeto extraño”, lo viví de otra manera. Aquel soldado debió querer comprobar, con su mira telescópica, qué demonios estaba haciendo yo, a cien metros de distancia. Pero también intentó ponerme nervioso aguantándome un rato largo la mirada. Lo hizo tomando unas mínimas medidas de seguridad, no quería errores, era un profesional. Pude confirmarlo días después al seleccionar en la mesa de luz de mi estudio el material obtenido: al revisar las diapositivas con un cuentahílos me di cuenta de que en todas ellas se veía el lateral de su fusil ametrallador, ligeramente desviado. Por si acaso, no me tuvo en la cruz de su mirilla. Con su gesto de amenaza, aquel desconocido me dio la foto. Es una de las dieciséis que la revista Times seleccionó, de entre las más de doscientas que figuran en el libro, para ilustrar un artículo dedicado al proyecto editorial de Collins Publishers sobre Irlanda.

Siempre que veo una imagen interesante, más que por lo que muestra, me pregunto por lo que se calla.


©Pedro Coll

https://www.rte.ie/archives/2016/0516/788742-a-day-in-the-life-of-ireland/

https://www.amazon.com/Day-Life-Ireland-Photographed-Photojournalists/dp/0006492126

Check Point, Cookstown, Irlanda del Norte, 1991. ©Pedro Coll

 

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DM | 24·10·2021 ! 23:59

https://www.diariodemallorca.es/opinion/2021/10/24/onanismo-creativo-58768036.html

Esto no va de lo que a simple vista parece. Algo retorcido si es, pero no pasa de ser el planteamiento de un ejercicio imaginativo para la autocomplacencia.

Esta imagen tan misteriosa puede hablar por sí sola, o eso creo yo. Tiene capacidad para emitir sensaciones, pero, como experimento, pensemos que está incompleta, que es sólo el inicio de una historia y que nos gustaría que acabara siendo algo más que una sensación, que de ella arrancara un micro-relato visual o un poema expresado con palabras imaginadas. Algo etéreo y fugaz. Con una sola peculiaridad, que bien se trate de un micro-relato, bien de un poema visual, su desarrollo y desenlace último debe acabar produciéndose únicamente en la mente de quien decide entrar en el juego.

Me estoy dirigiendo a ti, por sin te interesa.

La historia resultante deberá ser desarrollada a partir de la imagen que le dio origen, sin tener en cuenta la intención que hubiera podido guiar a su autor. Servirá cualquier imagen que te parezca adecuada, sea tuya o la encuentres por ahí. Para mi no sería ningún asalto a un derecho de copyright ajeno, sólo te vas a inspirar en ella, si hicieras esto con una fotografía mía no me sentiría robado, más bien alagado. De hecho, te ofrezco esta. Consiste en utilizarla de palanca para saltar hacia la ficción. Reitero que se trata de un ejercicio de imaginación. Yo ya he hecho los deberes. Partiendo de la fotografía que aquí adjunto tengo resuelta mi historia, sé muy bien cual va a ser mi versión y su lectura final, pero me lo guardo para mi. Para que, como ejemplo, captes la intención que me guía te diré que, en este caso, veo un doble camino, paralelo, pero con direcciones muy diferentes, una de ellas me lleva a un final explosivo y sensual, mientras que el final de la otra es dramático y definitivo. Dos finales muy diferentes pero muy similares en la intensidad de su definición última. Y ahí me detengo porque, insisto, esta historia es mi secreto, así es el juego que propongo. Y fíjate cómo es de interesante que basándote en esta misma imagen tu historia será totalmente diferente a la mía.

Reconozco que debe primar ‘el yo egoísta’ del participante en el proyecto. Y su sentimiento de transgresión. De la misma manera que en Gibara, a 800 kilómetros de la Habana, en 2003 surgió el concepto ‘cine pobre’ -no hace falta que explique el sentido y alcance de esta denominación- propongo aquí una actuación que me ha costado llegar a definir y denominar, me remito al título del artículo, una actuación basada en puro auto-goce, desinteresada, contraria a los conocidos tinglados del ‘arte rico’, tan mercantilizado, a menudo presumiendo de una filosofía hueca, clasistamente esnobizado (he necesitado forzar este participio). Se trata de una reacción creativa diferente, un envite tan humilde cómo rebelde, tan excitante como inocuo, e intangible, ya que nadie debe conocer nunca el resultado generado en tu mente o en la mente de cada desconocido que haya aceptado el juego. En esos tiempos cada vez más turbios y oscuros, un sí a los brindis al sol es necesario. Individualistas, misántropos e insatisfechos sin remedio debemos ir buscando senderos por los que poder escapar.

Ahora me callo y dejo que la fotografía de estas dos luces cruzando un bosque te hable; desarrolla tu historia, cierra el circulo y quédate con tu creación. Disfrútala y no la compartas, es sólo para ti.

Bienvenidos al paisaje sin límites del ‘onanismo creativo’.

©Pedro Coll

Luces atravesando un bosque. Valldemossa, invierno de 1992. ©Pedro Coll.

 

 

 

 

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DM | 21·02·22 | 06:15

https://www.diariodemallorca.es/opinion/2022/02/21/geometria-instante-62964979.html

La primera vez que tuve en mis manos una cámara fotográfica, y de esto hace casi una vida, me di cuenta de que aquel artilugio había llegado para quedarse conmigo. Las cámaras son herramientas cada vez más perfectas, auténticos ordenadores, pero el ejemplar más sofisticado es incapaz por sí mismo de tomar la más mínima decisión. Igual que ocurre con un Fórmula 1, el poder está en la mente del piloto.

La obtención de una imagen fotográfica es a veces un proceso laborioso. Otras veces se resuelve a la velocidad del rayo. Nunca sucede de la misma manera. La realidad es la materia prima con la que estamos obligados a trabajar los fotógrafos. Pero a la realidad no tenemos por qué serle fieles si no somos fotoperiodistas o notarios, todo lo contrario, debemos interpretarla a nuestro libre albedrío, sin límites. En fotografía, para transformar la realidad a nuestro gusto no nos va a quedar más remedio que utilizar el crucial instante, esa fracción mágica de segundo a la que debemos incorporar intención y geometría. Subrayo: intención (contenido) y geometría (forma). Sin embargo, las reglas no están escritas, todo es posible. En ese proceso creativo nunca desdeñaremos la improvisación, ni desaprovecharemos la ocasión de apropiarnos de algo que no estuviéramos buscando, ni renunciaremos a cambiar el plan marcado si así nos lo indica la intuición. La intuición, esa especie de GPS necesario y decisivo. Y por último la obsesión, sin obsesión no se consigue nada que valga la pena. Con sus daños colaterales inevitables, la obsesión es el combustible necesario para intentar alcanzar lo que de antemano sabemos que es inalcanzable.

‘Dejen que el edificio sea lo que quiere ser’, aconsejaba el arquitecto Louis Kahn*; extrapolemos esta genial sugerencia y convirtámosla en una directriz más.

Hay un momento, quizá no tan sublime pero sí crucial, ya alejados del trance de la acción, en que ante una mesa de luz, o un monitor, analizamos y decidimos qué imágenes nos seducen más de todas las que acabamos de realizar. Este momento es clave. Al hacer esta selección cerramos el círculo, nos apropiamos del resultado, diría que lo firmamos.

Cualquiera de las fotografías que he realizado en mi vida han pretendido ser el resultado de todo ello, lo haya o no conseguido, pero como ejemplo voy a referirme a la que aquí muestro. Una imagen relativamente reciente, 2017, pero que pude encontrar justo en el epicentro del escenario de mi infancia y adolescencia, de aquellos veranos luminosos en Cales Fonts, Es Castell, Menorca. Volúmenes, líneas, sombras, esa diagonal que siempre procuro encontrar y que no siempre aparece. Allí, en aquel momento, se me estaban ofreciendo todos los elementos conceptuales y formales necesarios, dibujados por la luz estival del mediodía mediterráneo. La fugaz aparición de un niño con su perro, lo inesperado, otro factor a tener en cuenta. ‘Yo no busco, encuentro’, decía un privilegiado Picasso. Humildemente reconozco que a mi, para encontrar algo de vez en cuando, no me queda más remedio que buscar, buscar, buscar…

En el resultado de encerrar en una fracción de segundo todo eso que acabo de describir es en lo que se basa el concepto “geometría del instante”. Una simple y respetuosa vuelta de tuerca, también un homenaje, a la irrebatible definición del acto de fotografiar que nos legó aquel discreto y elegante Henri Cartier-Bresson, ‘el instante decisivo’.

 

  • Para evitar confusiones: estoy hablando de ‘fotografía’, un efectivo lenguaje para la narración visual, no de ‘arte contemporáneo’. Nada que ver una cosa con la otra en su objetivo final.
  • La cita de Louis Kahn ha sido extraída del ensayo en fase de edición “Claves de la mente creativa”, del arquitecto Carlos García-Delgado Segués

©Pedro Coll

Es Castell, port de Maó, agost, 2017.  Test de prueba de Leica MP.  ©Pedro Coll

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