LA OTRA REALIDAD

LA OTRA REALIDAD

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El poder de ficción de una imagen aislada, especialmente cuando se ignora todo de ella, es poderoso.

Creo que sólo la imaginación de quien le es ajeno, y la observa y analiza, puede marcar los límites, y aún así siempre de manera muy personal. Han sido muchas las veces que he sido sorprendido por esa capacidad de transformación de la realidad de la que es capaz la fotografía. Por ello hablo muy a menudo de “la otra realidad”, la que a veces más que buscar encontramos los fotógrafos, o quizá, para ser más justos, la que encontramos a costa de ir buscando como obsesivos "voyeurs". Nada hay de objetivo en la fotografía cuando se utiliza como medio de expresión. Y en contra de lo que se cree, la autoría de la imagen no se produce en el momento del disparo del obturador, sino siempre en el trance de su selección, posiblemente días después, cuando uno, sobre la mesa de luz o en la pantalla del ordenador, decide que aquel momento concreto que capturó en el fragor de la batalla, aquel y no otros muchos, es suyo, y que a partir de ahí va a hablar por él.

La atmósfera pesada que desprende esta imagen refuerza la sensación de amenaza del gesto. Hay un personaje que, de modo autoritario, conmina a otro a “algo”. No sabemos ni sabremos nunca a qué. Difuminados en un segundo término aparecen unos testigos, irreconocibles. Sólo uno de ellos emite claramente una mueca que podría ser de satisfacción: ¿se alegra de la decisión tomada por el "superior" con respecto a un "compañero" de infortunio? ¿Estamos en la antesala del Infierno? No olvidemos que el teólogo Ratzinger, tras habernos tranquilizado con el descubrimiento de que el Purgatorio era un bulo -un alivio a la vez que un hallazgo científico- ha confirmado poco después que el Infierno sí existe, y así nos lo ha hecho saber de modo expreso, no nos fuéramos a creer que eso es Jauja.

No me cabe la menor duda de que la imagen que estamos comentando recoge el momento en que un pecador recibe la noticia terrorífica.

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