GALLOS DE COMBATE

Puerto Rico, 2006

“Hey! negro! cómo te va la vida!” exclama más que pregunta Tony mi acompañante, su voz queda suspendida en el aire mientras ambos seguimos caminando en dirección a no sé donde, un hombre de tez oscura que está pasivamente sentado en una vieja caja de madera se ha sentido aludido ante el saludo campechano y algo en su ojillos ensombrados por hundidos en el fondo de las cuencas ha brillado efímeramente, Tony vuelve sobre sus pasos y de nuevo le habla, esta vez esperando una respuesta “viste hoy al licenciado Da Pena?”, el otro se toma un tiempo mínimo para recordar… “creo que le vi pasar, don Tony, andará por ahí con unos pollos jóvenes que trajeron!”, la Gallera de Ponce se nos muestra en estridente y desconchado color amarillo, es un edificio de madera de traza colonial que se levanta cerca de la carretera que lleva al aeropuerto, ignoro la fecha de su construcción pero sé que por aquel entonces Ponce, la segunda población de Puerto Rico, era el Ponce próspero del azúcar refinado y del ron, un Ponce del que los mayores que aun quedan conservan la magia en sus memorias, un Ponce muy distinto al de ahora, desbordado por edificaciones de pocas plantas, de calles saturadas de vehículos, de semáforos balanceantes colgados en el aire, de señales de todos tipos, de grandes letreros luminosos que anuncian marcas de multinacionales del combustible, inmensos ‘malls‘, pizzerías, puestos de hamburguesas, de comida criolla, de pollo frito, de tacos, de helados, Ponce censa hoy por encima de los cuatrocientos mil habitantes y lleva ya años deambulando hacia el futuro sin una idea demasiado clara de su papel en el presente de este ‘EstadoNoEstado‘ de los Estados Unidos de América del Norte, “cuando cerraron las petroquímicas el paro y la delincuencia se dispararon” oigo decir a alguien, lejos quedó aquella ciudad de principios de siglo de aroma colonial, de hermosas y señoriales mansiones ahora deshabitadas, muchas esperando quizá más el derribo que la restauración, con la delicia de sus porches delanteros en los que al atardecer las damas se abanicaban al fresco mientras los caballeros paseantes saludaban levantando levemente el sombrero e inclinaban la cabeza de modo imperceptible, si, mirar hacia atrás nos sume a menudo en el vértigo de la nostalgia, “hoy vivimos entre rejas, anda suelto demasiado cabrón con eso de la droga, mira te presento a Josito Da Pena, él también estudió en Salamanca, es el Presidente de la Asociación Gallera de Ponce”, de golpe comunicamos en un lenguaje que a los terceros les parecerá cifrado, Salamanca, tantos años atrás, donde debimos encontrarnos sin saberlo en repetidas ocasiones quizá cruzando la Gran Vía o viéndonos sin conocernos en los pasillos de la Facultad, porque por aquel entonces faltaban aun un puñado de años para que fuéramos presentados al otro lado del Atlántico, alrededor de un ‘ring‘ circular, construido especialmente para que en él peleen a muerte los gallos caribeños, a Josito, que se hospedaba en el Gran Hotel, se le atragantó el Derecho Internacional, recuerda con emoción la Plaza Mayor en el mes de mayo sentado al sol en la terraza del Novelty, el frío seco de las mañanas, el azul imposible del cielo castellano, las clases que nunca pudo llegar a darnos el profesor Tierno Galván, todo ello tan presente en su memoria como olvidado lo que no merece recordarse de aquellos años, entramos de golpe en una estancia repleta de pequeñas jaulas ordenadas en fila, en cada una de ellas un gallo al que llaman pollo si aun no peleó, todos nos observan muy fijamente con bruscos y cortos movimientos de sus cabezas, son la escueta representación de la arrogancia, Josito levanta la voz para que sus palabras puedan ser oídas por encima del guirigay desasosegante, “esta es una de las mejores ‘trabas’ de Ponce, una ‘traba’ es como un ‘team’ y los gallos que la componen jamás pueden ser enfrentados entre sí porque son como de la misma familia, mira, en estas jaulas separadas de aquí a la derecha están los que van a combatir mañana“, a un gallo de color ocre un tipo con gorra de ‘base-ball’ está calzándole unos botines de cuero que parecen guantes de boxeo, el tipo es el entrenador, viste una camiseta con dos gallos dibujados en el pecho y debajo de los mismos la frase ‘mi deporte‘, él es el responsable de los animales, “esto es como en el boxeo, al gallo de combate se le curte enfrentándole a ‘chatas’ de distintos estilos, los ‘chatas’ son lo mismo que  ‘sparrings’, por ejemplo, a un gallo que promete se le busca un ‘chata’ fuerte que empuje, que no pique mucho, que agobie y no dé tregua, luego se le pone un ‘chata’ que sea rápido, que contraataque veloz y sin descanso, o también uno que rehuya la pelea, que se menee para todos los lados sin definir nada, desorientando, en estos ‘rounds’ de simulación...

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